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31 ago 2014

"post-postscript: ¿me harás el favor de leerte esta carta una segunda vez? yo la reescribí dos veces"

el escritor estadounidense scott fitzgerald, le escribe una dura y terrible carta a su hija frances scottie (17 años) donde le habla de sus sueños, del error de haberse casado con su madre y de su irresponsable forma de vida. y todo en un sobresaliente estilo literario que da gusto leer.

él moriría de un ataque al corazón dos años después de escribir esta carta, junto a su amante sheilah graham, el 21 de diciembre de 1940.

scott fitzgerald (autor de: el gran gatsby


-"(tu madre) era blanda cuando tendría que haber sido dura y dura cuando tendría que haber sido flexible. nunca supo cómo emplear sus energías y te ha dejado en herencia ese defecto."

-"largo tiempo odié a su madre (nota de draco: se refiere a su suegra) por no haberle enseñado nada en el terreno de los buenos hábitos; nada en absoluto, salvo el "ir tirando" y la petulancia. jamás quise volver a tratar con mujeres a las que hubieran educado en la pereza. y uno de mis principales deseos en la vida era evitar que te convirtieras en una persona así, una persona que sólo atrae la desgracia sobre sí y sobre los demás. cuando empezaste a mostrar síntomas inquietantes a los catorce años más o menos, me consolé con la idea de que eras muy precoz socialmente y que una escuela estricta arreglaría el desaguisado. pero a veces pienso que los haraganes forman una clase especial para la que nada se puede proveer, por mucho que uno interceda por ellos; su sola contribución a la familia humana es calentar una silla en la mesa compartida."

-"... siempre has sabido rodearte de compañeros que te convenzan de lo importante que eres por mucho que la suma de tus méritos sea cero."

-"cuando tengo la sensación de que tu vida 'avanza sin rumbo', tu compañía empieza a deprimirme porque entiendo hasta qué punto la estás tirando por la borda de manera estúpida y banal."


frances scottie junto a su madre zelda sayre que sufriría de esquizofrenia y sería internada en un hospital psiquiátrico.



metro-goldwin-meyer, culver city, california
1 de julio de 1938
queridísima scottie:

no creo que continúe escribiéndote cartas por muchos años y me gustaría que esta la leyeras dos veces, por amarga que pueda parecerte. ahora la rechazarás, pero a lo mejor, más adelante, parte de su contenido te vuelva a la memoria como verdad. cuando me dirijo a ti, me ves como una persona mayor, una "autoridad", y cuando te hablo de mi juventud, lo que te cuento te parece irreal, porque los jóvenes no pueden creer que sus padres también lo fueron. pero quizás esta pequeña evocación te parezca comprensible si la pongo por escrito.

cuando tenía tu edad, vivía con un gran sueño. el sueño creció y aprendí a hablar de él y a que la gente me escuchase. luego el sueño se partió por la mitad un día, cuando pese a todo decidí casarme con tu madre, aunque supiera que era una malcriada y que no me haría ningún bien. enseguida me arrepentí de haberme casado con ella, pero como en aquellos tiempos yo era una persona paciente, hice de tripas corazón y aprendí a quererla de otro modo. entonces llegaste tú y durante largo tiempo supimos sacarle mucha felicidad a nuestras vidas. pero yo era un hombre partido; tu madre quería que trabajase demasiado para ella y no lo bastante por mi sueño. demasiado tarde se dio cuenta de que en el trabajo reside la dignidad, la única dignidad, y trató de expiar su culpa trabajando, pero era demasiado tarde y se rompió y ahora está rota para siempre.

también para mí era demasiado tarde para reparar el daño; había dilapidado en ella la mayor parte de mis energías, tanto espirituales como materiales, pero continué luchando durante cinco años hasta que perdí la salud y lo único que me interesaba era beber para olvidar.

el error que cometí fue casarme con ella. los nuestros eran mundos distintos; ella habría sido feliz con un hombre sencillo en un jardín del sur. no tenía la fortaleza necesaria para los grandes escenarios. a veces fingía que sí, y lo hacía maravillosamente bien, pero no la tenía. era blanda cuando tendría que haber sido dura y dura cuando tendría que haber sido flexible. nunca supo cómo emplear sus energías y te ha dejado en herencia ese defecto.

largo tiempo odié a su madre por no haberle enseñado nada en el terreno de los buenos hábitos; nada en absoluto, salvo el "ir tirando" y la petulancia. jamás quise volver a tratar con mujeres a las que hubieran educado en la pereza. y uno de mis principales deseos en la vida era evitar que te convirtieras en una persona así, una persona que sólo atrae la desgracia sobre sí y sobre los demás. cuando empezaste a mostrar síntomas inquietantes a los catorce años más o menos, me consolé con la idea de que eras muy precoz socialmente y que una escuela estricta arreglaría el desaguisado. pero a veces pienso que los haraganes forman una clase especial para la que nada queda se puede proveer, por mucho que uno interceda por ellos; su sola contribución a la familia humana es calentar una silla en la mesa compartida.

mis días de reformador han tocado a su fin y, si eres así, ya no quiero cambiarte. pero no quiero que los haraganes me amarguen la vida, sean parientes o no. quiero dedicar mis energías y mis ingresos a personas que hablen la misma lengua que yo.

he empezado a temer que no sepas hablarla. no te das cuenta de que esta es la postrera y cansada tentativa de un hombre que en otro tiempo hizo cosas más sutiles y mejores. nunca habrá suficiente energía o dinero, si así lo prefieres, para cargar con alguien que es como un peso muerto y me saca de quicio y me da rabia cada vez que tengo la impresión de hacerlo. personas como rosalind y tu madre te obligan a cargar con ellas porque su enfermedad las hace inútiles. pero es otro cantar que tú no hayas hecho nada útil en los dos últimos años, ni por tu cuerpo ni por tu intelecto, prefiriendo escribir montañas y más montañas de cartas espantosas a gente espantosa, sin otro objetivo posible que obtener invitaciones que no podías aceptar. esa ristra de cartas no se detiene ni un momento, ni siquiera cuando estás durmiendo, así que ya he entendido que toda tu vida se reduce a una larga espera por el correo. es como una vieja cotilla que no sabe morderse la lengua.

has llegado a la edad en que una persona sólo merece el interés de un adulto en la medida en que parezca tener un futuro. la mente de un niño pequeño es fascinante, pues mira lo viejo con ojos nuevos, pero la cosa cambia a los doce años más o menos. el adolescente no ofrece nada, no sabe hacer nada, no dice nada que un adulto no pueda hacer mejor. vivir contigo en baltimore (y le dijiste a harold que había alternado la severidad con la desatención, con lo cual supongo que te referías a los momentos en que cometí la grosería de dejarme vencer por la tuberculosis o preferí encerrarme a escribir, porque tuve muy poca vida social más allá de ti) fue una tarea quizás demasiado doméstica que me vino impuesta por la enfermedad de tu madre. pero soporté tus sombreros de copa (film musical con ginger rogers y fred astaire rozando la perfección) y sesiones telefónicas hasta el día que me humillaste en la escuela de baile, después de lo cual te soporté de peor grado. empezó a salirte un lado antipático que primero te hizo perder el afecto de la señora owens y luego el de tus profesores en bryn mawr. el círculo de quienes lo notaron es bastante próximo: eran adultos que te trataban a diario. entre ellos, casi no has hecho ni un solo amigo de verdad, aun a pesar de tu dominio de las artes superficiales de la simpatía. todos te han querido, igual que yo, pero todos han mostrado sus reservas, y eran de peso: han notado que había algo en ti que no estaba dispuesto a arrimar el hombro, a poner de su parte, por más de una hora.

este último año ha sido una sucesión de indicios, ya desde el mes de diciembre, de que no estabas siendo honesta conmigo o, para hablar claro, que estabas haciendo trampas. las inexactitudes en cuanto al escalafón que ocupabas en la clase; el fracaso de las clases particulares en casa de los ober en navidad; tu negativa a ayudar a tu madre en semana santa con el golf o el tenis; más tarde tu sucio arrebato en el dispensario contra quienes "la habían tomado contigo", que sabían que no tenías madera de buena estudiante y que vivías en una especie de sueño infantiloide obsesionada con los obsequios amorosos de un baile en una escuela de provincias. y, por fin, la catástrofe que hasta donde llega mi entendimiento, no tuvo otra consecuencia que asustarte, porque sabías que no iba a  mantenerte en el este sin una finalidad o razón que lo justificara.

si carecieras de encanto o simpatía, este varapalo tal vez te habría escarmentado, pero al igual que mi tío phil, siempre has sabido rodearte de compañeros que te convenzan de lo importante que eres por mucho que la suma de tus méritos sea cero. phil fue un hombre feliz hasta el último día de su vida, aunque siempre fue un holgazán y despilfarró un cuarto de millón de dólares de su dinero y el de sus hermanas y dejó a su mujer en la miseria y a su hijo como lo viste. tenía encanto, un gran encanto. yo dejé de gustarle cuando me hice mayor porque una vez perdió su encanto delante de mí y le di una patada en su gordo trasero. seguramente, tu encanto no saltaba a la vista el día que la mujer de perry smith te hizo lo mismo en sentido figurado.

todo esto era el largo preámbulo de la desesperación que viví hace diez días. que supieras o no lo que opinaba de baltimore, que pensara que habría aprobado tu cita con un chico y que regresaras en coche a solas con él desde new york de madrugada, que pensaras honestamente que habría permitido tal cosa... bueno, cuéntaselo a harold, que parece más crédulo.

el recepcionista del garden of allah me despertó con el telegrama en el que confundí a simmons con finney y descubrí que no estaban en casa. la situación resultante fue enteramente responsabilidad tuya. si hubieras experimentado un pesar auténtico por lo ocurrido en la escuela walker, habrías respetado mis deseos durante una semana por lo menos.

en resumen: todo lo que has hecho para agradarme o hacer que me sienta orgulloso de ti es prácticamente insignificante desde el día en que te convertiste en una buena saltadora de trampolín en los campamentos (y ahora estás más floja que nunca) tu carrera de "alocada chica de la buena sociedad", cosecha de 1925, me trae sin cuidado. no quiero saber nada de eso; sería un aburrimiento, como cenar con los hermanos ritz. cuando tengo la sensación de que tu vida "avanza sin rumbo", tu compañía empieza a deprimirme porque entiendo hasta que punto la estás tirando por la borda de manera estúpida y banal. por otra parte, cuando alguna vez atisbo algún síntoma de vida y determinación en ti, no hay compañía en el mundo que prefiera a la tuya. porque es indudable que guardas algo importante en tu barriguita, cierto entusiasmo auténtico por la vida -un auténtico sueño
propio-, y mi idea era anclarlo a algo sólido antes de que fuera demasiado tarde, que es exactamente lo que le ocurrió a tu madre cuando por fin se decidió a aprender algo. hace tiempo, cuando de niña hablabas en francés, era encantador presenciar tus destellos desordenados de saber; ahora tu conversación es tan vulgar como si hubieras pasado los dos últimos años en el instituto de un pueblo perdido: a saber, lo último que viste en el life y lo que leíste en sexy romances.

viajaré al este en septiembre cuando llegue tu barco, pero sirva esta carta como declaración de que ya no me interesan tus promesas de pago, sino solamente lo que ven mis ojos. siempre te quiero, pero sólo me interesan aquellas personas que piensan y trabajan como yo y no es probable que a mi edad sea yo quien cambie. si lo haces tú -o quieres hacerlo-, aún está por ver.

papi.

p.d. si escribes un diario, te suplico que no lo llenes de apuntes sosos que podría comprar con una guía de viajes de diez francos. no me interesan ni fechas ni lugares, ni siquiera la batalla de new orleans; a no ser que te hayan causado una respuesta inusual. no pretendas ser ingeniosa en tus textos, a menos que te salga naturalmente; que todo sea cierto y real.

p.p.d. ¿me harás el favor de leerte esta carta una segunda vez? yo la reescribí dos veces.

4 comentarios:

  1. interesante, como siempre-

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  2. ¡Vaya!
    Analizando, yo creo que parte radica en que salta a la vista que somos tan diferentes y aún asi nos aferramos a alguien pensando que vamos a embonar porque el amor todo lo puede, pero no es así, el amor es una fuerza motor impresionante, pero el día a día si ambos no ponen de su parte, termina por descomponerlo. Ya entrados en el tema, es imposible que las personas actúen de acuerdo a como nosotros deseamos, podrán fingir por algún tiempo o quizás intentarlo, amoldarse, pero es un hecho que tu esencia te cobra factura, no puedes negar tu naturaleza, también es claro que los hijos sean como sean, se les debe respetar y entender que todos pasamos por cada etapa que ellos van avanzando, no son adultos pequeños, son bebitos, niños, adolescentes, etc.
    Horrible cuando se es educada en el seno de una familia donde el sólo hecho de decir la palabra "embarazo", casi era para castigarte de por vida, encerrada en tu habitación por pecadora o excomulgarte y si el pecado era más grave que eso, como decir, ¡qué chico tan guapo!, llevarte de rodillas hasta el altar, ¡dios!, qué horror.

    Un abrazo, DRACO

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    1. compartir el día a día con otro ser humano -por más que se le ame- siempre va a ser difícil porque por más similitudes de intereses que tengan en común siempre aflora la individualidad de cada uno que muchas veces no es muy bien recibida por la otra persona.

      un abrazo.

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