Aquí Carlita para continuar con nuestras lecciones sobre temas que no vienen en el manual (o que no hay manual para tales cosas)...
Y, como siempre, me acompaña mi ayudante, Mano.
Ahí está!
Algunos se preguntarán ¿qué es?. Otros dirán ¿cómo se llama?. Algunos no habrán visto algo así en su vida..., pero aquí estamos nosotras para ayudaros a todos vosssssssssssoootrosssssss....
Vamos allá!
Como se puede observarrrrrrrrrr, esa "cosa" está al lado del maaaaaaaaaaar. Sí, sí, al lado del mar, pero ¡no en el maaaaaaaaaar!, sino en tierra. Bueno, en tierra tampoco: está sobre piedra o cemento... Si estuviera en tierra cuando lo pusieron, seguramente ahora sí estaría en el fondo del maaaaaaaaaaar, materile-rile-rile...
En fin! Vamos a responder a qué es y a cómo se llama.
Hace muchos años...., muuuuuuuuuuuuuchos, muchos, muchos años... (mogollón y medio por lo menos), de aquella que.... Bueno, muchos años y ya está. Eso, por aquel entonces los ponían en esos sitios que ahora se les llama muelles. ¡EEEEEEpa! no se trata de los muelles del colchón o de la bicicleta, el coche..., ni siquera de los pequeños muelles que llevan algunos bolígrafosssssssssss.... NO! Se trata de los muelles en los que atracan los barcos (uys!!! no como atracar a los bancos!!!; voy a tener que dar otra lección para explicar estos conceptos, pero hoy no le toca, en fin....)...
Sigo, que sino me enrollo.
Al principio no sabían cómo llamarlos, y mucha gente no sabía para qué eran ni cómo usarlos. Un día, a una señorita con faldas largas y sombrilla se le ocurrió que aquello era un buen asiento y mirador para ver el mar... así que se sentó en uno de esos... Un robusto, rudo y curioso marino que andaba por allí (curioso porque andaba mirando para la señorita...) le quiso advertir, pero como aquello no tenía nombre (bueno, sí lo tenía, pero pocos lo conocían), le gritó:
"¡Señorita, no se siente ahí que se va a caer al mar!"
El caso es que la advertencia llegó tarde y la señorita se zambulló sin quererlo y la sombrilla no le sirvió de nada...
Otro día, otra señorita hizo lo mismo. El curioso marinero se dio cuenta de que la vez anterior tantas palabras no sirvieron de nada... así que a ésta le gritó:
"¡Señorita, no se siente ahí..."!
Pero nada, tampoco sirvió de nada y la señorita también se cayó al mar.
El caso es que el marino siguió curioseando y probando y la frase se fue acortando:
"¡Señorita, no ahí.."!
"¡No ahí..."!
Las señoritas seguían cayendo.
Harto de no conseguir nada, cambió su objetivo. Un día obervó como un fornido y bien parecido marinero novato se iba a sentar allí. El marino curioso cambió de táctica y salió corriendo y gritando. Y como sabido es que a los hombres les cuesta hacer más de una cosa a la vez, mientras saltaba para sujetar al joven marino inexperto le gritó:
"¡No..rrrrrrrrrr...aaaaaaaaaaayyyyyyyyyy!"
El caso es que con tanto ímpetu agarró al jovencito que, a pesar de todo, ambos cayeron al agua... Desde ese momento, los marinos y pescadores que supieron de aquello decidieron que esa cosa tuviese nombre y le llamaron "noray", en homenaje a la parejita que se había hundido en el mar... Y desde entonces procuraron que no entrase en los muelles y puertos gente que no tuviese ni idea de que aquello, en realidad, no era otra cosa que un mirador que gaviotas y otras aves marinas usaban para, con la excusa de mirar al mar, dejar allí sus excrementos...
¡quién iba a pensar que algo tan sencillo podía tener una historia tan complicada! me ha divertido la anécdota, un objeto que adquiere nombre a base de chapuzones :))
ResponderEliminarbesos,
da que pensar de que pudiéndose haber caído con cualquier señorita al mar, justo haya elegido a un fornido y bien parecido marinero para hacerlo. jajajajajaja.
ResponderEliminarestoy seguro que ese marinero no pertenece a mi barco.
besos
La historia es tan fascinante como divertida. Es lógico que no pertenezca a tu barco, sólo buscas buenos marineros.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encantó!!! jajaja
ResponderEliminar