saturday hot. ecstasy

era un verano intenso con un sol abrasador, y para sobrellevarlo mejor, marco se dirigió hasta una heladera que estaba estacionada y le pidió un sandwich de chocolate; y mientras ella le estaba despachando, llegó una joven monja la cual esperó su turno de atención. marco la miró con interés y pensó en lo curioso del hecho de haber coincidido con una religiosa al momento de comprar un helado, pues esto jamás le había sucedido en toda su vida.

marco, al recibir y pagar su helado, y al hacer ella su pedido de un helado de lúcuma, él le dirigió la palabra preguntándole sobre la congregación religiosa a la cual ella pertenecía, pues, aunque sabía que había una parroquia cercana en las inmediaciones, estaba muy seguro de que en aquella zona no había ningún convento.

y aunque ella se lo dijo, marco lo terminó olvidando a través del tiempo; lo que no olvidó fue el siguiente intercambio de palabras que vino a continuación.

-hermana, tengo una inquietud herética -le dijo sonriendo y mirándola fijamente a los ojos.

-¿herética? bien, dígame -le dijo ella sosteniéndole la mirada.

-si dios existe y no es de carne y hueso e incluso nadie lo ha visto, ¿cómo puede creerse y afirmarse que creó al hombre a su imagen y semejanza?

-los hombres que escribieron la biblia fueron escribas y lo hicieron por inspiración divina. es el dictado de dios y todo lo que está escrito en ella se acepta a través de la fe.

-y la fe no se cuestiona.

-exacto.

existen palabras que dan por terminada una conversación y esta fue una de ellas. por la naturaleza de su trabajo como gerente general de una gran embotelladora de bebidas alcohólicas, marco era un hábil negociador y un muy duro polemizador, pero no insistió; pues, era consciente del tiempo muy limitado que disponía la monja, además de que no era el momento ni el sitio adecuado para hacerlo.

la religiosa después de recibir y pagar por su helado de lúcuma, se despidió de marco.

-adiós.

-adiós, hermana.

-que dios lo bendiga.

la heladera, quien estuvo al tanto de toda aquella breve conversación, se manifestó una vez que la monja se alejó a una distancia considerable de ellos y no podía escucharla:

-pero, ¡la muy zorra! -dijo con cierto sentido de buen humor- una, a mi edad, cree haberlo visto y escuchado todo, pero siempre hay más por ver y escuchar -e imitando burlonamente la voz de la monja, agregó:- "que dios lo bendiga" -y dirigiéndose a marco, le dijo:- ¿se dio cuenta con la mirada y la intencionalidad con que le dijo aquello? fue como si le dijera, "que dios lo bendiga, por existir".

marco también se dio cuenta de aquello, pero sólo se limitó a sonreír; otra de sus virtudes que él tenía, era que le gustaba guardar sus impresiones para sí mismo.

de aquello pasaron dos meses. el otoño ya tenía algún tiempo de haber empezado y marco estaba caminando de noche bajo una llovizna persistente por una avenida a diez minutos de su casa. él estaba a punto de pasar por el frente de la puerta principal de una iglesia, cuando una monja saliendo corriendo de ella como alma que lleva el diablo, casi se da de bruces con él, y que si aquello se evitó fue porque marco tuvo rapidez de pensamiento y de reacción, ya que le colocó ambas manos sobre sus hombros para impedir el impacto e incluso tuvo que dar dos o tres pasos hacia atrás para mantener el equilibrio y no resbalar y caer junto con ella sobre la acera mojada.

dos señoras que pasaban cerca a ellos y que vieron aquella escena, sonrieron, porque les pareció salida de un capítulo de una telenovela romántica; faltando sólo que ellos se abracen y se den un beso intenso olvidándose de todo lo que estaba a su alrededor para dar a conocer su amor al mundo; pero claro, aquello jamás sucedió.

la joven monja quedó emocionadamente impactada; pues nunca había estado tan así de cerca con un hombre, mirando su cabello mojado por la lluvia, sus ojos, la sorpresa en su rostro, su boca sensual, y oliendo no sólo su perfume, sino, hasta su olor corporal y el olor de la casaca de cuero negra que llevaba puesta, encima de una camisa azulina; y no sólo eso, sino también sintiendo la fuerza de sus manos grandes y fuertes sobre sus hombros.

-hermana, me disculpo por ponerle las manos encima, pero íbamos a hacernos un daño muy grande si no lo hacía -le dijo marco mientras se separaba poco a poco de ella.

-no se preocupe -dijo ella toda azorada.

-¿le pasa algo, se encuentra bien?

-sí, no es nada. tenía que darle un encargo al chofer de la camioneta pero él ya se había ido. mis superiores lo resolverán.

una vez más, ellos se despidieron; pero antes de hacerlo, él le preguntó por su nombre.

-soy la hermana lucía -le contestó.

estando sola caminando de regreso a la iglesia, la hermana lucía se dijo para sí misma: "si en un futuro próximo, me encuentro sentada junto a él en una banca de la iglesia escuchando misa, lo tomaré como una señal divina... ¡o del diablo!" aquello le hizo reír, pero tuvo que tratar de ponerse seria y guardar la compostura, ya que, qué pensaría la gente si la vieran en ese estado de felicidad, por aquello de, "de qué pecados se estaría acordando aquella monja que se va riendo sola".

esa misma noche ya a solas en su humilde y sobria celda, decidió hacer algo que nunca antes había hecho, el de explorar sensualmente su propio cuerpo hasta las últimas consecuencias. para esto, luego de desnudarse completamente y sin temer que alguien pudiera entrar de improviso y descubrirla, se colocó encima de la cama y comenzó a pensar sólo en él, echando a volar su imaginación, creando fantasías diversas donde ambos eran los actores principales de una película cuyo único objetivo era el de darse mutuo placer.

las manos de la hermana lucía recorrieron la mayor parte de su cuerpo, desde su cabello, bajando por su frente, sus ojos, sus senos, friccionando sus pezones, para luego seguir más al sur, hacia su vientre y deteniéndose en su pubis. a mayor imaginación y a mayor intensidad del roce, un carmín rosáceo se instaló en su rostro, en la parte superior de sus pechos y luego en todo su cuerpo, así como la lubricación de la parte más íntima de todo su ser.

toda ella se movía en la cama, la fricción de su espalda sobre aquella tosca frazada también le proporcionaba un gran placer; los dedos de una mano, y luego, ya el de ambas, en un juego simultáneo de "meter y sacar" cada vez más acelerado y apretadas por las partes internas de sus muslos, la terminó llevando finalmente al climax, cuyos gemidos fueron ahogados con su cara hundida sobre la frazada con su cuerpo puesto de costado.

la noche, al igual que ella, era joven todavía, y el placer tenía para largo hasta quedar completamente satisfecha.